sábado, 21 de noviembre de 2015

[MiniFic] Quédate - Tercera Parte

Quédate

-Tercera Parte-


Tercera parte.  Quiero verte.

            El despertador dio el primer timbrazo y su mano presionó con fuerza el botón para apagarla. A penas había logrado dormir un par de horas y lo único que le importaba era que un día nuevo comenzase.
Salió de la cama, entró al baño y lavó su rostro y dientes. Miró en el espejo su reflejo y esa tonta sonrisa que desde el día anterior había invadido su rostro y que al parecer no iba a desaparecer pronto. Pero eso no le importaba.
Tomó su uniforme, se quitó la pijama y se vistió como de costumbre. Sin embargo, ahora sus movimientos eran más cuidadosos, en esta ocasión sintió la terrible necesidad de asegurarse de que su uniforme estuviese lo más pulcro posible. Tenía el deseo y la intensión de lucir perfecto.
Tras acomodar por cuarta ocasión el cuello de su camisa, tomó su maletín y decidió bajar para tomar el desayuno.
Su madre lo recibió con evidente sorpresa mientras le acercaba un vaso con leche.
            -No puedo evitar sentirme sorprendida. No sueles bajar tan temprano-
            Daiki solo sonrió tranquilamente mientras untaba un poco de mantequilla en su pan tostado.
            -Hoy me siento con el ánimo de comenzar el día desde muy temprano-
            Aún sorprendida, su madre miró el reloj, eran las siete de la mañana. Sabía bien que Daiki solía bajar a desayunar a partir de las siete treinta. Deseaba saber el por qué del repentino cambio de humor de su hijo, pero imaginó que éste no diría nada más, así que mejor dirigió la conversación por otro rumbo más importante.
            -¿Cómo vas con tus estudios? ¿Te estás preparando adecuadamente para los exámenes de admisión? Aún no nos has dicho que carrera tomarás-
            Daiki terminó de tomar su leche y tras limpiarse con lentitud, miró a su madre. Sabía bien que tarde o temprano le preguntaría algo al respecto. Sin embargo él aún no tenía nada definido, así que lo mejor era responder claramente lo que si sabía.
            -Me estoy preparando bien. Como podrás haber notado, estoy estudiando todos los días en una biblioteca que está cerca del colegio. Cuando llegue el momento les informaré sobre la carrera que estudiaré. Por el momento puedes estar tranquila, estoy estudiando arduamente- Dicho esto, Daiki se puso de pie y recogió su plato de la mesa, junto con su vaso. Tras depositarlos en el fregadero volvió a su lugar, tomo su maletín y miró el reloj. Era bastante temprano, ideal para ir caminando al colegio, lo cual le apetecía bastante, aún quería tiempo para seguir pensando en esos ojos que lo capturaron, esa apariencia elegante, esa voz que lo dejo sin aliento, ese chico que al parecer le había robado el alma y lo tenía completamente hechizado.
            -Debo irme, tengo algunas cosas que hacer. Volveré tarde de nuevo, me iré caminando así que no te sorprendas si el chofer te informa que he decidido irme por mi cuenta- Al decir esto, Daiki observó como su madre fruncía un poco el ceño, pero al parecer no se encontraba de humor para objetarle nada, así que lo dejo tranquilo. Detalle que agradeció profundamente, ya que su día estaba comenzando de maravilla y no quería arruinarlo con una discusión sin sentido.
            -Esta bien, pero no olvides que pasará por ti- Fue todo lo que su madre dijo.

            Tal cual había asegurado, le indicó al chofer que no era necesario que lo llevara al colegio, el cual terminó de aceptar la indicación a regañadientes. Para Daiki resultaba incomodo tener que lidiar con cosas como aquellas, pero tenía fe en que algún día eso cambiara y pudiera ser libre de todo.
Sin embargo, por el momento debía conformarse con la situación actual. Además, tenía cosas más importantes en las que pensar. O más bien, alguien en quien pensar.
            Recordarlo lo hizo sonrojar y volver a la sonrisa infantil y soñadora que tenía al despertar. Sentía mucha curiosidad por saber más de aquel joven. En primer lugar estaba el misterio de su nombre. Por más que pensaba en un sin fin de nombres, ninguno parecía encajar con él. También quería saber a que se dedicaba, tal vez sería estudiante de aquella universidad de artes, y de ser así, sentía curiosidad por saber que tipo de carrera podría estar estudiando. Al imaginarlo, claramente podría ser cualquier cosa; un pintor, un director de orquesta, un diseñador, un violinista o…
            -Un pianista- Se dijo en voz baja. No pudo evitar en pensar en el piano de los martes y en lo mucho que amaba ese sonido. Fue entonces que, mientras caminaba lentamente, comenzó a soñar en que aquel joven fuese quien tocara aquellas hermosas melodías que siempre lo hacían sonreír y que siempre le provocaba sensaciones diferentes, en especial el día de anterior. No podía olvidar la maravillosa forma en la que el piano sonó aquel día, tan profunda, desbordando un sentimiento tan poderoso que casi lo conmovió hasta las lagrimas.
            Con tan solo imaginar que aquel joven pudiese ser aquel pianista, hacía que su corazón se regocijara de felicidad y emoción. Sin embargo también pensó que, en caso de que no fuese así, lo cual era probable, no se decepcionaría. Aquel chico no podía decepcionarlo con nada, al menos no era capaz de imaginar algo de aquel joven que fuese a decepcionarlo. Tampoco lo imaginaba perfecto, pero para Daiki habían pocas cosas que podían decepcionarlo y algo le decía que aquel joven no poseía nada de eso.
            Sonriente miró al cielo, de un azul cálido y con un viento refrescante. Aquella mañana parecía perfecta, así que con la misma emoción revoloteando por todo su cuerpo, continuó con su camino. Tenía tiempo de sobra, no había porque apresurarse.

            Esa misma mañana, Inoo Kei no dejaba de pensar, imaginar y de hacer planes. Todo mientras acomodaba cuidadosamente sus apuntes de un importante trabajo que debía entregar esa mañana.
A penas había logrado dormir unas horas y no sentía la necesidad de volver a la cama, se sentía emocionado por vivir aquel día como el inicio de una vida completamente nueva y la cual le tenía preparada algo especial. En algún momento de su ensoñación, Kei se sintió absurdo, infantil e idiota, en pocas palabras se convirtió en todo lo que odiaba, pero no podía culparse, aquel chico de instituto tenía toda la culpa. Aún no lograba sacarlo de su mente, y lo más alarmante era que no lograba aplacar a esas latosas mariposas que solo le revolvían el estomago y lo hacían sentir como si caminara sobre nubes de algodón. Algo totalmente cursi.
            -Odio lo cursi- Se dijo en voz baja mientras bebía el último sorbo de su café y miraba el reloj. Eran las siete de la mañana con veinte minutos, el tiempo justo para ir a la universidad a pie si así lo deseaba. Y vaya que lo deseaba.
Por muy cursi que fuese, quería seguir sintiendo aquella sensación de ensoñación. Una parte de él le recriminaba lo absurdo y estúpido que era, pero callaba esa parte con el recuerdo de aquel chico, el sonido de su voz, su sonrisa, su aroma, su presencia.
Fue así que, tomando su cosas como de costumbre, salió de su casa y la sensación de una radiante sonrisa dibujada en su rostro mientras daba los primeros pasos no lo hizo sentirse avergonzado. Poco le importaba si alguien lo juzgaba de loco o idiota.
Si, era un lunático idiota enamorado de alguien a quien solo conocía de vista, de quien ignoraba su nombre y a quien se moría por volver a ver pronto.

Alguna vez, en algún momento de nuestras vidas todos nos preguntamos sobre el destino. Si existe o no es algo que no podemos asegurar ni negar. Pero cuando suceden cosas que te unen con ciertas personas o situaciones sin explicación aparente, es cuando nos aferramos fervientemente a creer en el destino. Siempre que decimos “Ha de ser cosa del destino”; o mejor aún “¡Era el destino!”; una parte de nosotros se siente aliviada. A todos nos encanta pensar que una fuerza desconocida y poderosa nos rige de alguna manera. Si no creyéramos en eso seguramente estaríamos perdidos y amargados o infelices.
Así que esa mañana, justo a la misma hora, el señor destino decidió ponerse a trabajar un tiempo extra, ya que seguramente no suele trabajar tan temprano, y pensó en unir los caminos de un chico de instituto sonriente y el de un estudiante universitario que también sonreía.
Todo sucedió así, con tal cantidad de coincidencia que ninguno de los dos podía creerlo, a la fecha sigue siendo el momento más mágico de sus vidas. O tal vez no tanto.

Daiki caminaba tranquilo, tal cual había salido de casa y se detuvo en la esquina esperando a que el semáforo cambiase de rojo a verde.
En aquella esquina, poco después, Kei llegó y sin darse cuenta aún de nada, se dedico a mirar a su alrededor, hasta que de pronto notó que de su lado izquierdo, a unos cuantos centímetros, se encontraba de pie un chico tan familiar que casi pensó que se trataba de un sueño.
De igual forma, Daiki miró a su alrededor y al mismo tiempo notó que de su lado derecho estaba un joven un poco más alto que él, con ese porte que tan bien conocía ya y que lo miraba con la misma sorpresa con la que él lo observaba.
Todo transcurrió en cuestión de segundos, se miraron y hablaron al mismo tiempo.
            -¡Tu!- Exclamó Daiki.
            -¡Tu!- Dijo Kei.
            Y como unos tontos, se miraron y después sonrieron. No había manera de que uno supiera que el otro pensaba en que seguramente debía ser un sueño. Lo que si supieron fue que el gusto de verse así, tan inesperadamente, saliendo por completo de la rutina, les alegraba de verdad de una forma inexplicable.
            -Así que no soy el único que ha pensado que es un buen día para ir a pie a clases- Dijo Kei, poniendo mucho esfuerzo para no demostrar demasiada alegría y entusiasmo del necesario. Porque sabía muy bien que deseaba que aquel chico notara que le gustaba encontrarlo y conversar con él, y más aún si esto se daba de una forma tan fortuita como aquella.
            -Pues, hay mucha gente que lo ha pensado, solo mira a tu alrededor- Respondió Daiki con una sonrisa y señalando con la mirada a la gente que también esperaban a que el semáforo cambiase para poder continuar con su camino.
            -¿Eso quiere decir que no sueles ir caminando rumbo a la escuela?- Kei intentó no sonar tan curioso como lo estaba, pero era inevitable no preguntar cualquier cosa que le revelara más sobre aquel chico, estaba dispuesto a saber de él en cada pequeño encuentro que tuvieran de ahora en adelante. Tal vez aquello era aventurarse de más, puesto que no estaba seguro si podría seguir encontrándoselo así y más aún poder conversar con el de cualquier cosa. Aún así, no era ese el momento para pensar negativamente, necesitaba poner todos sus sentidos en disfrutar aquel momento sin importar nada más.
            -No. Pero hoy me sentí con ganas, además de que tengo tiempo de sobra- Daiki miró su reloj para confirmar lo que decía, después sonrío y clavó su mirada al frente, deseando que el semáforo se tardara mucho más en cambiar, la idea de poder conversar más con aquel joven podía hacerlo brincar de emoción de un lado a otro, pero sin lugar a dudas debía comportarse, aún no estaba listo para ponerse en tanto ridículo. Esta era una oportunidad ideal para averiguar un poco más de él, pero habían tantas cosas amontonándose en su cabeza por preguntar que no podía decidirse por una.
            -Es hora de cruzar- Dijo la suave voz de aquel joven y Daiki logro percibir al fin que la peculiar melodía del semáforo ya indicaba el cambio de luz. Había desperdiciado tal vez sus últimos segundos para saber algo, se sentía tan tonto por haberse quedado en blanco, solamente hundido en sus fantasías.
            Sin embargo, para Kei no era el fin del encuentro.
            -Aún no me has dicho cómo te llamas- Agregó Kei mientras caminaba junto al joven sobre las líneas blancas del cruce peatonal. Ya no podía seguir pensando en él como “el chico de instituto”, necesitaba con urgencia saber su nombre. Algo le decía que al saberlo algo cambiaría en las circunstancias.
            -No lo he dicho porque no lo has preguntado- Respondió Daiki con una sonrisa traviesa mientras se esforzaba por mantener la vista al frente. Pero al mirar de reojo al chico que tenía junto a él pudo notar que éste también sonreía. Aquello alborotó a unas traviesas mariposas en su estomago.
            -Pues lo hago ahora. ¿Cómo te llamas?-
            -Daiki. Arioka Daiki-
            -Bonito nombre. Daiki. Tiene un sonido muy agradable, como un conjunto de pequeñas notas que solo pueden hacer sonreír a quien lo pronuncie-
            Para Daiki aquello fue demasiado poético y encantador, que su corazón se detuvo de golpe, su respiración se acompasó y sus manos comenzaron a sudar. Era increíble lo que aquel joven era capaz de hacerle sentir con unas simples palabras. Ahora, era momento de también saber su nombre.
            -¿Y el tuyo?- Preguntó mientras se esforzaba por ocultar el rubor de sus mejillas.
            -Inoo Kei- Respondió este con una amplia sonrisa mientras continuaba caminando.
            Sin darse cuenta, ambos caminaban lentamente. Kei olvidó por completo que debía avanzar un poco más deprisa si deseaba llegar a tiempo para su clase. Para Daiki era el tiempo perfecto y de sobra para llegar a clase.
            -Supongo que ahora ya no somos desconocidos, ahora que sabemos nuestros nombres podremos llamarnos desde cualquier lugar en donde nos encontremos, ¿No te parece?- Preguntó Kei mientras miraba a Daiki de reojo, éste sonrió de vuelta y asintió con la cabeza.
            -¿Cómo debería llamarte? Es evidente que eres mayor que yo así que debería ser algo como “Inoo-san” pero no se… no me convence- Dijo Daiki mientras gesticulaba una curiosa mueca de desagrado y burla. Aquello hizo reir a Kei.
            -He de confesar que no me gusta que me digan “Inoo-san” ya que eso me hace sentir algo viejo. Podrías intentar usar el “chan” ó en todo caso el “sama”. Siempre es bueno inspirar más respeto en los demás, aunque sean desconocidos-
            Kei dijo esto último como una broma y Daiki no pudo evitar el soltar una carcajada que para el mayor sonó tan hermosa que con toda seguridad quería escucharla una vez más.
            -Inoo-chan será- Sentenció Daiki mientras lo miraba de reojo una vez más.
            -Bien, me parece justo entonces que yo te llamé… veamos… Dai… ¡Dai-chan!- Exclamó Kei después de pensarlo un poco y al final el triunfo se reveló en su rostro, sin lugar a dudas estaba satisfecho de poder llamarlo así y el menor no objetó en lo absoluto.
            -Bastante justo, Inoo-chan-
            -Razonable, Dai-chan-
            Ambos se miraron, sonrieron y continuaron caminando, con la sensación de que al fin no eran extraños, conocían sus nombres y con toda seguridad, si se encontraban de nuevo, podían hablarse y conversar un poco más.
            Cuando llegaron a una interjección, Daiki se detuvo y no muy animado tuvo que decir, señalando a la izquierda.
            -Yo debo ir por éste camino-
            Kei miró el reloj, tenia menos de diez minutos para llegar a su clase, pero no tenía deseos de darse prisa en alejarse.
            -Oh, claro, chico de instituto- Bromeó Kei mientras señalaba el camino que Daiki debía tomar.
            -No por mucho, éste es mi último año y después seré un universitario como tú-
            Kei pudo sentir el orgullo en la voz de Daiki y eso lo hizo sonreír.
            -Seguramente serás un universitario ejemplar. Ahora, éste universitario tiene que irse para seguir siendo ejemplar o seré protagonista de una tragedia familiar-
            Daiki lo miró fijamente, intentando descubrir si aquello era una broma o hablaba en serio. Kei notó esto y sonrió para relajarlo.
            -Bromeo, solo tengo que ganar un concurso por mantener mi orgullo de ser el mejor, nada grave en verdad- Kei se sonrió con Daiki y a éste se le iluminó ligeramente la mirada, fue entonces que recordó su extraño presentimiento, tenía que preguntarle si de casualidad tocaba el piano en aquella universidad de artes, tenía que aprovechar la oportunidad.
            Pero justo en ese momento, Kei miró de nuevo su reloj, tenía cinco minutos para llegar a su clase y si no lo hacía tendría serios apuros.
            -Bueno, ahora debo salir corriendo o perderé mi clase. Te veré más tarde, Dai-chan. Cuídate-  Y tras guiñarle el ojo y regalarle una sonrisa, Kei se fue corriendo tan rápido que Daiki quedó ligeramente impresionado. A pesar de que lucía torpe al correr, se notaba que estaba decidido a hacerlo lo más rápido posible para llegar a tiempo a su clase.
            Cuando lo perdió de vista, un suspiró salió desde lo más profundo de su pecho, sonrió para sí mientras resonaba en su cabeza la forma en la que él había dicho “Dai-chan” y después sintió una ligera punzada de arrepentimiento al no haberle podido preguntar si acaso él tocaba el piano.
            -Tendré que preguntárselo la próxima vez que lo vea-

Sus clases transcurrieron con normalidad, después de haber llegado dos minutos tarde a su primera clase, en general no había tenido más contratiempos. Estaba esperando en la cafetería por su turno para ordenar cuando su profesor de piano se acercó a él con ese peculiar ceño fruncido que significaba que tenía en mente algún regaño o indicación nada divertida.
            -Escuché que llegaste tarde ésta mañana, Inoo-
            -Fueron solo dos minutos- Respondió con una sonrisa relajada.
            -Espero que se deba a que has estado practicando hasta desfallecer de cansancio- Insinuó el profesor mientras arqueaba su ceja derecha y lo miraba fijamente.
            -¡Que espartano ha sonado! Si he estado practicando, de eso no tiene que preocuparse- Aseguró Kei mientras se decidía por el menú que incluía karaage y sopa miso.
            -¡Claro que me preocupa! Tienes que estar listo para esa competencia y algo me dice que aún hay movimientos que no has mejorado-
            -¡¿Pero que dice?! Usted mismo me felicitó ayer por mi gran interpretación-
            -Si, pero sabes muy bien que tienes que ser aún mejor que eso si es que quieres ganar. Así que tendremos una lección más esta tarde, ¿De acuerdo?-
            Kei quiso negarse, decirle que ya se encargaría él de practicar en casa, pero tenía que aceptar que más que otra cosa en el mundo, deseaba ganar esa competencia, así que solo asintió con la cabeza mientras tomaba la bandeja con su almuerzo. Se sentía frustrado ya que quería aprovechar la tarde para poder ver a Daiki más tarde, pero por ahora debía concentrarse en aquel concurso. “Una prioridad a la vez” se dijo mentalmente mientras escuchaba a su profesor que le decía que lo vería a la hora de siempre en el aula de siempre.
            Fue así que, muy a su pesar, Kei hizo a un lado todo pensamiento relacionado con Daiki, y mientras comía su almuerzo escuchando vagamente lo que un grupo de estudiantes de diseño hablaban sobre unos carteles, buscó sus audífonos y buscó en su reproductor de música la melodía que practicaba y así, escuchando con atención mientras masticaba cada bocado, repasaba cada movimiento en su cabeza.

Al llegar la tarde, Daiki salió del salón de clase mucho antes que sus compañeros debido a un pequeño examen sorpresa que su profesor de química había planeado. Gracias a sus interminables horas de estudio en aquella biblioteca, Daiki tenía todo dominado y terminó mucho antes que todos por lo cual pudo salir antes. Para su sorpresa, el automóvil de costumbre ya estaba esperando por él.
            -Buenas tardes, joven Daiki. ¿Lo llevaré a la biblioteca de nuevo?-
            -Si, como siempre-
            Y mientras el chofer le abría la puerta, éste se atrevió a decirle en voz baja antes de que Daiki subiese al auto.
            -A su madre le haría bien que llegara temprano a casa de vez en cuando-
            Daiki sonrió con ironía, sabía que el chofer hablaba por hablar, quien llevara el tiempo suficiente trabajando para ellos sabría que a la madre de Daiki le interesarían otras cosas que pasar tiempo con su hijo.
            -Sabes bien que ella debe estar con alguna de sus amigas haciendo no se que tantas cosas y para eso no me necesita. Así que solo llévame a donde te pedí y no hagas comentarios absurdos. Si quieres conversar conmigo solo tienes que decirlo, no lo intentes sacando temas tontos como éste- Y así, Daiki subió al auto, el chofer se reverenció después de cerrar la puerta y poco después ya estaban avanzando rumbo a la biblioteca.

            Al llegar al lugar, Daiki sintió cierta emoción. La universidad de Inoo estaba cerca, cabía la posibilidad de encontrarlo y volverlo a ver. Escuchar de nuevo su voz, conversar y reír de nuevo con él…
Pensar aquello lo hizo sonrojar en cuanto caminaba hacia su lugar habitual de estudio, después de abrir su libreta de apuntes, no podía dejar de pensar en él, en verlo de nuevo. Aquello estaba complicando demasiado su rutina de estudio, necesitaba concentrarse de una vez por todas, después de todo aún tenía una prioridad y aquel examen de admisión se encontraba cada vez más cerca, no podía permitir que su buen ritmo decayera tan fácilmente.
            Pocos minutos después de haber logrado concentrarse, como ya era costumbre, comenzó a escuchar las melodías que practicaban diferentes estudiantes. Daiki sintió como si con aquello le dijeran muy sutilmente “Estamos aquí para ayudarte a estudiar mejor, así que ánimo.”
            Y con una sonrisa dibujada en el rostro, Daiki continuó leyendo, tomando apuntes, repasando temas que se le complicaban, resolviendo enormes ecuaciones, leyendo interminables fechas y acontecimientos históricos, entendiendo reacciones y sustancias químicas y una variedad más de materias que debía repasar.
            Cuando menos se dio cuenta, los diferentes instrumentos musicales que había estado escuchando cambiaron a uno en especial que casi le pasa desapercibido. No tenía idea de la hora que era, pero en cuanto aquellas peculiares notas musicales sonaron y entraron en su cabeza, el ritmo de su pluma que se deslizaba sobre el papel fue volviéndose más y más lento. Hasta que de pronto lo supo, era él.
            El piano de los martes.
            Dejo de escribir, un suspiro salió desde lo más profundo de su pecho y se sintió bien. Mejor que bien. De reojo miró el reloj, eran las siete en punto, justo como el día anterior.
            Daiki intentó preguntarse la razón por la cual últimamente tocaba en días diferentes y tan consecutivos. Era imposible pensar que podía tratarse de otra persona, aquel sonido, el sentimiento que transmitía, la forma en la que las notas llegaban a su alma, solo lo provocaba aquel piano y estaba seguro de que no se equivocaba.
            “Tal vez se prepara para algo” Pensó Daiki mientras terminaba de hacer lo que sería sus últimos apuntes del día. Leyó lo que acababa de anotar, cerró su libreta y el libro de física que estaba consultando. Dejó todo de lado, se recargó por completo en el respaldo de la silla y mientras escuchaba aquella suave melodía que comenzaba a transformarse en algo diferente, en algo más fuerte, cerró sus ojos y comenzó a relajarse por completo.
            Sus brazos yacían extendidos en el escritorio, con las palmas hacía abajo y de vez en cuando sus dedos tamborileaban sobre la mesa, como si intentaran seguir el ritmo exacto de lo que escuchaba. También estiró completamente sus piernas por debajo de la mesa y su respiración se volvió suave. Estaba completamente relajado y feliz.
            De vez en cuando le parecía un poco tonto o incluso absurdo el hecho de sentirse feliz por escuchar el sonido del piano y que además era tocado por alguien que no conocía y que era poco probable que conociera. Pero aún así lo era y no podía evitarlo. Nada ganaba con juzgarse de esa manera. Solo tenía que disfrutarlo.


            Con el mismo entusiasmo y concentración, Kei terminó de tocar el último movimiento y una vez más recibió los buenos comentarios de su profesor. Solo le corrigió un par de cosas insignificantes, pero Kei sabía que ese par de cosas que a simple vista no tendrían importancia, si que la tenían, así que tomo nota mental de cada una y se decidió a practicar y mejorar aquello una vez llegado a casa.
            -Bien, estamos muy cerca así que seguiremos con las lecciones intensivas. ¿De acuerdo?-
            -Aunque le diga que no, de igual forma lo hará y de igual forma vendré- Respondió Kei con su habitual sonrisa burlona y no pudo evitar el reír un poco. Su profesor tan solo le dio una palmada en la espalda y salió antes del salón.
            Mientras caminaba por los pasillos solitarios, su mente volvió a llenarse con recuerdos y anhelos hacia una sola persona. Volvió a desear volver a verlo. Pensó en la oportunidad que pudo haber tenido de volver a encontrarlo en la biblioteca y ya no observarlo desde lejos, sino esta vez acercarse a él con total naturalidad. Porque ahora se conocían. Porque ahora conocía su nombre. Porque ya no eran más desconocidos.
            Una sonrisa apareció en su rostro y sus pasos cambiaron a un ritmo más agitado, ligeramente alegre, impaciente, deseoso de poder volar de ser posible. Cuando pasó frente a la biblioteca se detuvo un poco, miró su reloj y vio que eran las ocho con quince minutos. Era poco probable que aún siguiera ahí y aún así deseaba que así fuera, no dejaba de pensar en lo genial que sería encontrarlo de nuevo y compartir con él su practica de piano. Aunque tal vez a él no le interesaría mucho aquel tema, o tal vez si ya que parecía disfrutar de la música clásica mientras la escuchaba.
            “Ojalá pudiese escucharme tocar el piano” Pensó Kei mientras aún miraba hacia la biblioteca. Estaba a punto de volver a mirar al frente y continuar con su camino, cuando la puerta se abrió y se escuchó una lejana voz que al parecer se disculpaba por algo.
            Kei parpadeó y sus ojos enfocaron un poco mejor y así logró distinguir de quien se trataba. Y su corazón dio un giro de felicidad dentro de su pecho, sin importarle que podía morir de un paro cardiaco si lo hacía con más intensidad. A Kei tampoco le importaba aquello.
            Una sonrisa se dibujo en su rostro y lo observó avanzar hacia él. La forma en la que sus miradas se encontraron y como él también sonreía. Daiki también estaba sonriendo. Al parecer también le agradaba verlo. Y de pronto deseó que le agradara tanto como le hacía a él.
            -¡Hola!- Saludó Daiki una vez que estuvo a un par de pasos de distancia.
            -¡Hola de nuevo!- Saludó Kei, intentando volver a la realidad y enfocarse en lo que estaba ocurriendo justo frente a él.
            -¿Saliendo de clases?- Preguntó Daiki mientras señalaba con la cabeza en dirección a la universidad.
            -Si, algo así-
            -Yo me he quedado un poco… abstracto y se me ha hecho un poco tarde. Al darme cuenta guardé mis cosas tan ruidosamente que me han llamado la atención más de una vez- Confesó Daiki mientras un ligero rubor aparecía en sus mejillas.
            -Es por eso que te disculpabas- Concluyó Kei en voz alta. Daiki solo lo miró y le sonrió torpemente.
            -Así que… ¿Ya tienes que volver a tu casa?- Preguntó Kei para cambiar de tema.
            -Si. Siempre vuelvo a la misma hora y bueno… voy un poco retrasado. Aunque eso no me traerá problemas.-
            -Entonces no te importará si caminamos juntos hacia la estación de autobús-
            Daiki asintió con la cabeza y después de ver la sonrisa en el rostro de Kei, él sonrió de igual forma. Fue así que ambos terminaron caminando juntos por segunda vez en aquel día.

            Mientras caminaban, Daiki tenía muchas ganas de hacer preguntas, sobre todo la gran pregunta sobre qué estudiaba en la universidad. Pero se contenía porque sentía que tal vez sería demasiado imprudente o entrometido, después de todo no tenía más de doce horas desde que se habían presentado formalmente, no quería parecer un chico metiche o con malos modales.
            Por otro lado, Kei no tenía intensión de quedarse callado ni de guardarse nada, así que para acabar con aquel silencio que, a pesar de que no era incomodo, no era lo que quería.
            -¿Qué tal tu día?-
            -Bien, solo tuvimos un examen sorpresa en la última hora pero ha salido bien y no tengo de que preocuparme. He estado estudiando diario en esta biblioteca así que estaba preparado y sigo preparado para lo que sea-
            Kei percibió el orgullo y confianza en la voz de Daiki y aquello le gustó. Le atraía esa actitud y quería más de eso, así que continuó.
            -¿De verdad estudias aquí todos los días?- Preguntó mientras señalaba hacia atrás, en dirección a la biblioteca y trataba de fingir sorpresa, como si en verdad no supiera que Daiki estudiaba todos los días ahí. Aquello confirmaba que Daiki no había notado su presencia en todas las ocasiones en las que Kei lo había observado en aquel lugar.
            -Justo cuando mis clases terminan me dirijo a este lugar. No tengo nada más que hacer y no me apetece estar mucho en casa- Confesó Daiki, sorprendiéndose de la facilidad con la que había soltado aquello. No era algo que solía compartir con sus compañeros de clase y mucho menos con personas que acababa de conocer. Sin duda había algo en Kei que le agradaba y que además le inspiraba confianza. Llegar a esa conclusión lo hizo sentir bien, aún más relajado.
            -Supongo que tienes algo por lo cual te estás esforzando tanto. Algo así como un sueño- Daiki pensó que Kei preguntaría la razón por la cual no deseaba estar en casa, pero le alivio escuchar estas palabras.
            -Todos tenemos sueños. Los cuales se hacen más fuertes cuando te esfuerzas y los conviertes en metas, en algo que puedes alcanzar y que a cada paso que das estás más cerca-
            -Supongo que tu ya estás acercándote a esa meta ¿Me equivoco?-
            -Bueno, estoy decidido a alcanzarla-
            -Tienes decisión y coraje. Seguramente alcanzaras todo aquello que te propongas. Mientras ese brillo en tu mirada no desaparezca, no habrá imposibles para ti- Le dijo Kei mientras sonreía y continuaba andando con paso tranquilo y relajado.
            -Supongo que tú también tendrás algo, ¿No?- Preguntó Daiki con cierta timidez.
            -Si, supones bien. Quiero llegar a todos los rincones posibles, inspirar, hacer soñar, robar suspiros, lagrimas, sonrisas, todo lo que la música provoca-
            Daiki se sintió victorioso. Ahora estaba seguro de que Kei estudiaba algo relacionado con la música. Al repasarlo mentalmente, algo en su interior se sacudió y tuvo una pequeña esperanza de que fuese quien tanto esperaba. Aunque si no lo era, se prometió una vez más no decepcionarse, después de todo eso no lo cambiaria en lo absoluto. Seguiría siendo Inoo Kei, el chico que lo hacía sonreír y soñar.
            -Eso suena ambicioso. Me gusta- Dicho esto, Daiki miró a Kei con una sonrisa llena de satisfacción y el corazón de Kei se detuvo durante un par de segundos.
            -Bueno, la música siempre ha estado en mi vida y ahora estoy en camino para que sea por completo mi vida. Tengo que ponerle un poco de ambición para que todo funcione como quiero- Declaró en cuanto logró calmar sus emociones y su agitación.
            -¿Eso quiere decir que te gustaría ir al extranjero?-
            -No lo sé. Me gusta estar aquí. He tenido oportunidades de marcharme, incluso podría estar ahora mismo estudiando en Viena, pero los rechacé-
            Daiki se impresionó bastante con aquella confesión y le fue imposible detener sus preguntas.
            -¿Los rechazaste? ¿Cómo se rechaza una oferta así? Debes tener una muy buena razón para haberlo hecho o pensaré que eres un idiota- Daiki soltó esta última palabra sin pensarlo y de forma tan natural que Kei solo pudo reír al escucharla, no tuvo oportunidad ni intensión de sentirse ofendido y estaba claro que Daiki no tenía la intención de insultarlo realmente.
            -Cada uno somos libres en cada decisión que tomamos. Si tu decides estudiar cada tarde en la misma biblioteca, es tu libertad. Así ejercí la mía. No tenía interés alguno de dejar el país y algunas otras razones que estoy seguro que si comparto contigo me señalaras como raro y completamente idiota-
            Daiki miró a Kei y se sintió un poco avergonzado por haberlo llamado “idiota”, pero aquello desapareció en el momento en que ambos llegaron a la parada del autobús. No quería que la conversación terminase, quería saber más y más sobre él.
            -Bueno, supongo que después podrás contarme aquellas otras razones y estar seguro de que no te juzgaré como “completamente idiota”. Solo es cuestión de tiempo para que te convenzas-
            En cuando Daiki dijo esas palabras, a Kei no le quedó duda de que podía seguir encontrándose con él durante mucho más tiempo del que era capaz de imaginar en el pasado. Aquello lo hizo querer saltar de felicidad alrededor de la pequeña parada, pero tuvo que esforzarse en no hacerlo y seguir actuando lo más natural posible. Aunque le fue inevitable dejar salir una sonrisa de satisfacción.
            -Ya veremos-
            Ambos se miraron y sonrieron. Justo en ese momento el autobús llegó y ambos subieron. Esta vez, en lugar de quedar por separado, tomaron asiento juntos, ambos sabían que debían aprovechar aquellos últimos minutos para conversar un poco más.
            -¿Y ya sabes a que universidad aplicaras examen de admisión?- Le preguntó Kei mientras lo miraba con mucho más detalle, grabando en su cerebro cada parte que lograba observar de su pequeño rostro.
            -Justo a la universidad de artes que se encuentra cerca de la biblioteca-
            -¡Vaya! Así que si todo sale bien, podremos ser compañeros-
            Daiki sonrió y asintió con la cabeza. Sabía que era el momento adecuado para preguntarle, al fin podría salir de dudas. Tenía que hacerlo, era sencillo.
            Pero algo continuaba deteniéndolo, y esta vez no fue su temor de parecer demasiado entrometido, sino más bien se dio cuenta de que la próxima parada era la suya. Al parecer Kei también lo sabía puesto que se puso de pie para dejarlo pasar y lo acompaño lentamente hacia las puertas de salida.
            -Duró muy poco nuestra conversación. Supongo que guardamos lo mejor para otra ocasión- Dijo Kei mientras observaba como Daiki intentaba observarlo y al mismo tiempo estar alerta para presionar el botón que indicaba la parada.
            -Aún podemos vernos mañana, ¿No lo crees?- Preguntó Daiki mientras presionaba el botón y el autobús disminuía la marcha para detenerse.
            Kei se sorprendió de escuchar aquello, no sabía si sentirse feliz o incrédulo. Tal vez estaba escuchando mal o estaba teniendo una alucinación. Pero aquello quedó despejado al ver la mirada curiosa de Daiki y su sonrisa. Esa sonrisa que lo hacia perder el control y querer contemplarla por siempre.
            -Claro, siempre podemos encontrarnos mañana- Le dijo Kei al momento en que el autobús se detuvo. Se abrieron las puertas y Daiki descendió. Y justo como ya había pasado antes, una vez fuera del autobús, Daiki se giró y le sonrió, despidiéndose de él. Y Kei tuvo un impulso. Tenía que hacerlo. No podía seguir controlándose.
            Justamente unas personas aún estaban abordando el autobús, así que descendió los dos escalones, sin tocar el asfalto. Daiki lo miró fijamente, tratando de comprender lo que estaba por suceder. Rápidamente Kei tomó el rostro de Daiki entre sus manos y sin más unió sus labios con los de él en un beso tierno, frío y delicado.
            Fueron segundos eternos para ambos. Daiki cerró instintivamente sus ojos y respondió al suave contacto de la mejor forma que pudo. No tenía mucha, o más bien ninguna, experiencia besando. Pero aquello no importaba en ese momento. Solo podía sentirse flotar y ser llevado a un mundo enteramente suyo, solo con Kei ahí, besándolo tiernamente y tomando sus rostro con sus frías manos, entrelazando sus largos dedos en su cabello, cerca de su oreja.
            El momento fue interrumpido por un leve pitido que indicaba que las puertas se cerrarán pronto, así que Kei se separó de Daiki, lo miró fijamente y justo cuando las puertas se cerraron, articulo un “Te veré mañana” después le sonrió y el autobús retomó la marcha.
            Y Daiki permaneció ahí, observando como el autobús se alejaba, repasando lo que había entendido a la perfección decir a Kei. “Te veré mañana”
            Estaba soñando, seguramente todo era un sueño. Jamás se imagino que su primer beso sería con un chico y que además ese chico pudiera besar tan bien y que se pudiera sentir como lo más maravilloso que jamás había sentido en su corta existencia. Era algo que estaba seguro de querer experimentar una vez más.

            Y lo vería de nuevo al día siguiente. Eso era un hecho, una promesa.

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¡Hola!
Si, hagamos de cuenta que no he tardado siglos en subir algo. Imaginemos que en realidad no ha pasado más de un mes. Creanme, así seremos más felices. Y yo no me sentiré tan culpable como en verdad me siento.
Entonces, como no tengo que decir "¡Hace mucho que no pasaba por aquí!" Porque no es asì *guiño, guiño* mejor dire: ¡Hola de nuevo!
¿Muy simple? ¿Soy muy desvergonzada?
Si, tal vez. Mi madre me lo dice muy a menudo x'D
Pues bueno, aquí tienen la tercera parte de este fic que, al final del camino... tendrá un capitulo más *se hace chiquita ante las miradas inquisitivas de quienes leen esto* Ya sé que suelo hacer siempre esto y dejarlas botadas otros mil años para saber que pasara. Pero en mi defensa puedo decir que ya estaba quedando DEMASIADO largo y no quiero que se aburran o abrumen leyendo tanto, sé que tendrán cosas mucho más importantes que hacer que perder más de una hora aquí. Así que bueno, viendo por su bienestar, lo he cortado ahi (porque he escrito mucho, MUCHO más que eso) y la cuarta y ahora si, última parte, llegara pronto. En verdad... 
Bueno, creo que he perdido credibilidad hasta para mí, pero voy a esforzarme de verdad y ya verán que esa cuarta parte llegará más pronto de lo que imaginan. Además de los otros fics pendientes que también he estado trabajando sobre la marcha (En especial el gran final de Fated, el cual no dejo de editar porque aún hay cosas que no me convencen)
Así que eso es lo que tenía que decirles.
¡Espero y hayan disfrutado este capitulo! A mi me ha emocionado mucho escribir la escena del beso, hasta para mi fue un grito de victoria cuando ya estaba plasmado. Espero y a ustedes también les haya emocionado.
Nos leemos en la siguiente entrada~
Las/os quiero con todo mi gordo corazón *^* 

martes, 15 de septiembre de 2015

Seis años de FanFics. Seis años soñando... ¡GRACIAS!

¡Hola mundo!

¿Cómo están? ¿Qué tal el regreso a clases? ¿Qué tal la vida?

Ya saben, yo de repente me desaparezco pero solo por ratos, nada grave ni definitivo, lo de siempre. Esta vez vengo con esta entrada para decirles que el 12 de Septiembre cumplí 6 años de escribir fanfics de JUMP y... ¡Wow! ¡Ya 6 años!
Mirando un poco hacia atrás, yo hace seis años tenía... 18 años LOL 
Si, acabo de revelar mi edad, pero tampoco es algo que oculte como un secreto de estado ni mucho menos xD

Recuerdo bien lo que me llevo a escribir fanfics de mis amados JUMP. Todo fue gracias a una amiga que, después de enviciarme con las canciones del grupo, me pasaba algunos pequeños fics que encontraba por ahí y yo los leía como si fueran de otro mundo. Me encantaban tanto, tanto, que sin querer comencé a imaginar que hubiese escrito yo en tal o cual escena de algún fic que leía. Fue entonces que una noche nació "Helpless Night".
En ese entonces yo leía mucho, mucho, MUCHO YamaJima, y tal vez esa sea la razón por la cual comencé con ellos y que a la fecha me sean los más fáciles de escribir, aunque mis favoritos son InooChii (dato que todo el mundo ya sabe <3)
"Helpless Night" llegó a mi mente de una forma tan fluida que se nota que ni siquiera me importaba la ortografía ni la redacción, solo escribía lo que venía a mi mente y así lo publicaba. Ahora siento vergüenza al leerlo, pero aún así le tengo mucho cariño. Cabe mencionar que el titulo viene, como siempre, de una canción. Y es que en esa temporada estaba enviciada con la canción del mismo titulo que canta Jin Akanishi con Crystal Kay. Realmente no tiene nada que ver la letra con el fic, simplemente la melodía y ese par de voces que tanto me gustan me inspiraron y ya, eso fue todo. Así nació el primer fic de JUMP que hice y bueno, por el cual muchas de las cuales me leen desde entonces siguen pasando por aquí.
En aquel tiempo actualizaba casi del diario, y es que no tenía tantas ocupaciones como las que tengo ahora y prácticamente podía desvelarme y no pasaba nada, podía resistir mi jornada de clases porque pues estaba en la dulce preparatoria, donde todo es posible *^*

Ahora, seis años después, aquí sigo. A punto de terminar la carrera, haciendo un montón de cosas, tomándome más tiempo en actualizar y haciéndolas sufrir. Juro que no es apropósito, solo es que a veces las preocupaciones del día a día y otros asuntos hacen que la inspiración se quede guardada en el cajón del escritorio y me tome mi tiempo para volver a tomarla. 
Hay veces en que me gustaría pasármela escribiendo como si no hubiese un mañana, como antes, pero hay otras tantas cosas que quiero hacer y que debo hacer así que no es posible.

Pero aún así, muy a pesar de todo, de los cambios que ha habido en mi vida, de los bajones, de los buenos momentos, de las complicaciones, de las separaciones, de los encuentros, de los descubrimientos y demás; SIGO AQUI Y SEGUIRÉ

Quiero agradecer a esas personas que me han seguido desde mi primer fic. Que jamás han perdido la fe en mi y siguen leyéndome con entusiasmo y dejándome mucho amor por todas partes. ¡Gracias!

También gracias a las personas que llegaron cuando yo recién estrenaba este blog (ya que antes andaba en livejournal), que leyeron y se quedaron. ¡Gracias!

Y por último y no menos importantes, quienes han llegado en este año, que por alguna razón han llegado a este blog y han leído lo que hago y me han hecho saber lo mucho que les ha gustado y siguen esperando a que esas historias pendientes tengan final. ¡Gracias y bienvenidas!

Seis años se dice fácil, pero no se asimila de la misma forma. Han sido seis años maravillosos. Tiempo en el que he podido compartir con ustedes una parte muy importante de mi; mis sueños y fantasías. Les puedo asegurar que en cada fic, en cada personaje, en cada escena, hay una parte de mi, un reflejo, un pedacito. Si los han leído todos, ya me conocen por completo, y si solo han leído uno también me conocen, porque siempre dejo algo de mi en cada historia y seguiré haciéndolo.
¡Lenta pero segura!
¡Voy por muchos, muchos años más!

Gracias por aguantarme por seis años.
Gracias por seguir aqui.
Gracias por quedarse.
Gracias por tanto amor a una simple mortal que intenta escribir.
¡Gracias!

¡Seguiré escribiendo!

Ayaa.


P.D: Ya prontito hay actualización ^^

sábado, 8 de agosto de 2015

[MiniFic] Quédate - Segunda Parte


Quédate
-Segunda Parte-


Era inevitable, tenía que enamorarme de él tarde o temprano.
Me tomó por sorpresa. Sacudió mi mundo y lo volteó de cabeza.
Creí que con la música tenía suficiente compañía…
Pero ahora… ahora lo quiero a él en mi vida. Para siempre.

Segunda parte. El curioso chico de instituto que sonríe siempre.

La vida universitaria para Kei Inoo era bastante diferente que el resto. La diferencia más obvia suponía el hecho de que él asistía a una universidad de artes y su especialidad era el departamento de música. En especifico, el piano.
Desde pequeño había tenido lecciones particulares, después participó en diversos concursos, los cuales ganaba con gran admiración y deleite de sus padres. No es que el hubiese elegido el piano, es que el piano lo había elegido a él.
Aún recordaba su época de rebeldía en la que se negaba a tocar el mismo instrumento siempre, aquello le sucedió a los diez años. Intentó violín, cello, clarín y hasta guitarra eléctrica. Pero el piano terminaba por llamarlo. Por más que se alejara de él, siempre volvía a posar sus dedos sobre aquellas teclas blancas y negras. El piano era su alma y vivía para él.
Todo el tiempo sus dedos tamborileaban sobre cualquier superficie cuando no se encontraba en casa, en su mente siempre estaban las partituras y los ritmos adecuados, incluso con escuchar cualquier canción en la calle ya podía imaginar como sonaría en el piano.
Fue por eso que, al momento de decidir, eligió una universidad de artes. Tenía la oportunidad de ir al extranjero, pero no deseaba salir del país aún. Una parte de él deseaba permanecer ahí, tocando el piano y solo eso.
Practicas, lecciones, prepararse para concursos, más practica y dormir poco. Ese era el ritmo de su vida y no se quejaba, pero tampoco lo disfrutaba, simplemente le era indiferente.
            -¡Inoo! Aún no me has dicho que tocarás para el concurso de éste año- Lo regañó su profesor mientras se alistaba para la lección del día, como todos los martes.
            -Pues, lo pensaré bien y mañana le digo- Respondió con la habitual indiferencia, provocando que su profesor se molestara y lo regañara más.
            -¡Nada de mañana! Si no me dices algo ahora lo decidiré yo y comenzaremos las practicas. ¡Solo tienes cuatro meses para practicar!-
Con fastidio, Kei se sentó en el taburete frente al piano, pensó un poco y dijo lo primero que se le vino a la mente.
            -Elijo la Sonata para piano no. 14, 3er movimiento de Beethoven-
            -Bien, entonces comencemos a practicarla. ¿Traes la partitura?-
Kei sabía que no la traía, pero aparentó que la buscaba con esmero dentro de su maletín, después miró a su profesor, se puso de pie y le dijo con su característica sonrisa despreocupada.
            -No, iré por una-
Y sin esperar la respuesta de su profesor, salió del aula de practica y se dirigió a uno de los salones en donde daban teoría musical. Aprovechó que estaba vacío y buscó con calma la partitura que necesitaba.
Cuando al fin la encontró, volvió al aula de práctica y después de escuchar unas indicaciones sobre el ritmo, armonía y demás, comenzó a tocarla.
Comenzaba con ritmos acelerados y rápidos, para después intercalar con movimientos  suaves. Una melodía nada sencilla, justo como le gustaban.
*Ref. A partir del minuto 9:22 es donde Inoo toca https://www.youtube.com/watch?v=mtHKQWY6m80

Después de una clase agotadora, llena de sugerencias de su profesor y algunos cambios, al fin podía marcharse a casa.
Se sentía agotado, pero satisfecho. Siempre que se enfrentaba a melodías complicadas y lograba dominarlas con rapidez, sentía que sin importar el resultado de cualquier concurso, ya había ganado algo. Aunque tampoco se iba a conformar con aquello, ya estaba acostumbrado a tener buenos resultados en las competencias así que el siguiente paso era, sin dudarlo, ganar ese concurso.
Así que en cuanto llegó a casa se dirigió de inmediato al piano, a penas comió un poco. Necesitaba dominar aún ciertos movimientos, y no pensaba descansar hasta lograrlo. Fue así como amaneció y se dio cuenta de que era hora de ir a clase. A penas tenía tiempo de darse un baño y cambiarse de ropa.
Minutos más tarde ya iba rumbo a la universidad, se detuvo en una cafetería para comprar algo de comer y, por supuesto, un café.

Para el final de sus clases tenía unas cuantas investigaciones pendientes sobre composición, así que tuvo que ir a la biblioteca que se encontraba cerca del campus.
Fue a partir de ese momento que algo cambió en su vida. Pero aún no lo notaba.
El hecho de ir siempre a esa biblioteca no era nuevo, le gustaba más que la del campus, además de que contaba con un amplio catalogo que siempre le aportaban algo más de lo que buscaba. Tampoco era nuevo ir directo a la biblioteca después de clases, siempre lo hacía así, ya que de ese modo adelantaría gran parte del trabajo y podría llegar a casa a practicar tranquilamente.
Miró a su alrededor y encontró la mesa en donde usualmente se sentaba. Le gustaba aquella zona ya que desde ahí podía escuchar perfectamente las practicas de los demás alumnos de diferentes especialidades y eso lo motivaba. No por sentirse superior, más bien se sentía contagiado por el espíritu de mejorar que aquellos jóvenes que practicaban sin descanso, al igual que él.
En cuanto tomó asiento se puso a leer el material que había encontrado, de su maletín sacó su libreta de apuntes y un bolígrafo y tan solo se dedicó a anotar lo que realmente era importante y necesario para su trabajo, lo demás simplemente lo almacenaba en su cerebro, tal vez algún día podría resultarle útil.
Mientras escribía y leía de pronto notó que algo le faltaba, se había olvidado de tomar un libro, así que despegó la mirada de sus apuntes y antes de ponerse de pie miró de reojo a su alrededor. Logró observar que había muy poca gente, la mayoría estudiantes de la universidad o adultos que seguramente eran profesores que no conocía. Pero también había algo más.
Algo que desentonaba con el ambiente “adulto”. Alguien que sonreía mientras leía y tomaba algunas notas. Un chico de instituto.
¿Qué hacía ahí un chico de instituto?
Normalmente aquella biblioteca solo era visitada por universitarios y profesores, la zona escolar estaba un poco retirada como para pensar que aquel chico había dado tranquilamente con aquella biblioteca en su regreso a casa.
Sin darse cuenta, Kei ya lo observaba fijamente mientras se preguntaba todo aquello y le daba vueltas en su cabeza, a tal grado que olvidó que debía ir por el libro que necesitaba. Fue así como, mientras observaba a ese chico de instituto, pudo notar como éste disfrutaba lo que escuchaba. Justo en ese momento alguien practicaba un dueto de violín y piano.          
            -Saint-Saens. Introducción y Rondó Caprichoso- Murmuró al reconocer de inmediato la melodía. Era una vieja costumbre, en cuanto escuchaba una melodía su mente trabajaba en recordar de que pieza se trataba y la murmuraba para sí.
Pero lo que más llamó su atención fue ver la expresión de aquel chico. No era la clase de concentración que pone alguien que sabe de música y comprende de técnicas y movimientos, era más bien la expresión de alguien a quien le gusta lo que escucha y que además lo disfruta.
Aquello era aún más curioso. Un extraño joven de instituto que sonríe mientras escucha una pieza que no conoce y que tal vez sea la primera vez que escucha. Y sin embargo la disfruta mientras estudia cuidadosamente.
De pronto notó que ya llevaba observando a aquel joven más de cinco minutos, si alguien lo hubiera visto pensaría de inmediato que era raro. Miró disimuladamente a su alrededor y se sintió aliviado al notar que nadie se había dado cuenta de su extraño comportamiento. Miró su reloj, ya casi eran las siete, si quería aprovechar mejor el día para practicar tendría que irse de inmediato. Así que decidió suspender su trabajo, guardó sus cosas y dejó los libros en el carrito donde debían dejarse una vez consultados. Pensó que podía haberlos pedido prestados para continuar en casa, pero por alguna razón, tenia ganas de volver al día siguiente. Se sentía curioso acerca de aquel chico de instituto.
¿Acaso también lo vería mañana?
Lo miró de reojo una vez más y sintió una extraña calidez en su interior al verlo sonreír, era extraño que un chico sonriera mientras estudiaba. Sin lugar a dudas era un chico de instituto bastante peculiar.

Cuando llegó a su casa, dejó sus cosas sobre el sofá, fue a la cocina y se preparó un ramen instantáneo. Mientras esperaba los tres minutos para que estuviera listo, miró fijamente su refrigerador. ¿Hace cuanto que no se preparaba algo de comer que no fuera instantáneo?
Lo pensó detenidamente y recordó que aquello fue en su primera semana de vivir solo. Se había quedado en la casa de sus padres ya que ahí estaba su piano, pero sus padres habían decidido mudarse a una ciudad más tranquila. Esa era la ventaja que suponía tener una familia con buena posición social. Ni siquiera sus padres tenían preocupaciones.
A veces, el vivir solo en aquella casa lo hacia sentir extraño, como si fuese demasiado espacio para él. Pero una vez que pensó en mudarse a un departamento se enfrento a la realidad de que la mayoría de los departamentos en Tokio eran tan pequeños que resultaba impensable meter un piano en alguno. Y definitivamente no iba a vivir en ningún lugar sin su piano, por lo que no le quedó más alternativa que quedarse en aquella casa.
De alguna manera se había acostumbrado, la universidad no quedaba demasiado lejos y podía ir y venir en autobús. Limpiaba los fines de semana y cuando tenía ganas se iba a comer a algún restaurante familiar que encontraba. Si no se encontraba en temporada de practicas para algún concurso, leía y escuchaba música. Así de tranquila y relajada resultaba su vida.
Por lo mismo es que no tenía muchos amigos, siempre prefería estar solo, nunca se había sentido con la necesidad de tener a alguien a su lado.
Hasta ese momento, la música era la único que llenaba su vida, lo único que necesitaba.

Al día siguiente, después de clases, volvió a la biblioteca. Tenía una extraña sensación, como si en verdad estuviese expectante y nervioso por saber si aquel curioso joven de instituto había vuelto.
Antes de tomar el último libro que necesitaba, miró su reloj con curiosidad. Eran las tres con quince minutos. Le resultó extraño sentirse tan ansioso, nunca había sentido algo semejante, ni siquiera cuando esperaba por los resultados de algún concurso.
Trató de relajarse un poco, ya que de alguna manera se había tensado mientras observaba si alguien se acercaba, pensando únicamente en ver aquel uniforme de instituto que estaba grabado ya en su mente. Una vez sentado en la mesa de siempre pensó que lo mejor sería enfocarse en su trabajo y dejar lo demás a un lado, así que eso hizo, pero justo después de unos minutos de estar leyendo atentamente, algo paso junto a él, más bien alguien, alguien que tenía una forma de caminar bastante peculiar, como de alguien que ha llegado al lugar que más le gusta. Como si se tratara de un niño pequeño visitando una inmensa juguetería. Pero no se trataba de ningún niño y evidentemente no se encontraba en una juguetería, solamente era aquel chico que, sin darse cuenta, estaba esperando ver.
Observarlo a escondidas resultó una nueva experiencia para Kei, ya que él no solía prestarle demasiada atención a las personas de su alrededor. Descubrir que cara pondría aquel joven de instituto tras escuchar una nueva pieza, observar como se deleitaba y disfrutaba, de cómo se permitía tal vez soñar un poco mientras se dejaba envolver en la magia de aquellas notas.
Fue así como los días transcurrieron uno tras otro. A excepción de los martes, trataba de ir a la biblioteca todos los días, aunque fuese solo un rato, una hora o dos, leer lo que fuese y mirarlo.
Las semanas pasaban y para Kei ya era tan natural ver a aquel joven que ya tenía bien memorizada su sonrisa, el brillo en su mirada cuando se emocionaba con alguna pieza musical, su expresión de concentración mientras estudiaba, la forma en la que sus hombros se relajaban unos minutos, el movimiento de sus manos al pasar la pagina de algún libro, de cómo sostenía entre sus dedos el lápiz con el que escribía sobre su libreta, sus movimientos para acomodarse mejor en la silla, de cambiar de posición, de ponerse de pie para buscar algún libro, el sonido de sus pasos, el movimiento de sus parpados, sus largas pestañas, sus labios, su cuello, su aroma, absolutamente todo.
Estaba fascinado, era imposible dejar de mirarlo y no pensar en él mientras practicaba en casa. Se preguntaba si también pondría tanta atención si lo escuchara tocar.
Fue entonces que comenzó a desear que sus melodías fueran escuchadas por él y solo por él. De llegar a lo más profundo de su alma, de decirle que lo conocía, que lo observaba y que lo quería en su mundo. A partir de ese momento los días de clase con su profesor de piano fueron diferentes, adquirieron un nuevo significado. Ya no solo quería ganar aquel concurso, sino también deseaba que su música conmoviera a aquel joven como lo hacían tantos otros jóvenes músicos. Quería ser especial. Que su piano fuera especial. De ser necesario, robarle el alma.

Con un importante concurso tan cerca, las practicas para Kei eran más intensas, necesitaba perfeccionar su técnica, dominar por completo las notas de aquella complicada pieza, sincronizar perfectamente el movimiento de sus dedos con el ritmo preciso. En un concurso siempre se califica que el interprete toque exactamente, nota a nota, en una sincronización perfecta. Él debía ser perfecto.
Además, dentro de sí deseaba que sus extenuantes practicas fueran escuchadas por aquel curioso chico de instituto. Sin darse cuenta, aquello se volvió una importante motivación, aquello que le agregaba un sentimiento especial y conmovedor a su interpretación.
            -Ya casi la tienes. Estarás listo muy pronto para ese concurso- Dijo su profesor cuando el reloj marcó las ocho en punto y la práctica había concluido.
            -Por supuesto que estaré listo-
Su profesor no lo notó, pero en su rostro se formó una peculiar sonrisa. No la típica sonrisa de alguien que presume sus habilidades y esta seguro de ganar un simple concurso. Era la sonrisa de alguien que tiene un anhelo, un deseo y algo especial en su corazón.
            -Es hora de que vayas a casa. Debes descansar bien para continuar practicando. Mañana estará libre este salón a las siete. Si tienes tiempo de una lección rápida avísame y estaré aquí contigo-
            -No creo que sea necesario, pero lo pensaré-
Y en verdad que no lo consideraba necesario. Tenía un piano en casa, podía practicar ahí hasta la siguiente lección, que sería el próximo martes.
Fue así que, después de tomar su maletín, salió del salón tras despedirse de su profesor. Caminó tranquilamente por los vacíos y solitarios pasillos, pero a pesar de su andar relajado sus pasos eran grandes, como si intentara avanzar un poco más rápido de lo normal. Tenía un presentimiento que no comprendía y no iba a perder el tiempo en extraños razonamientos, simplemente iba a seguir esa corazonada y continuar con su camino a ese ritmo tan fuera de lo común.
Fue así que salió de la universidad, respiró profundo y siguió andando, pasó por aquella biblioteca y la miró solo de reojo. Caminó y caminó hasta que llegó a la parada del autobús, la cual estaba sola. Sintió una pequeña decepción al encontrarse ahí solo, de alguna manera había tenido la impresión de que aquella extraña corazonada significara algo como ver a aquel chico.
Sonrió para si mientras reflexionaba aquello, nunca antes se había sentido de esa manera y ahora que se sentía como un tonto simplemente le parecía divertido.
Resignado a esperar solamente el autobús, relajó sus tensos hombros y despejó su mente de aquellos pensamientos, tan solo habían pasado unos cuantos minutos cuando alguien más llegó a la parada y curiosamente se sintió observado. Intrigado por aquella sensación que le cosquilleaba el rostro y la nuca, miró de reojo a la persona que estaba a su lado. En ese preciso instante el mundo dejó de girar, el tiempo se congeló, su corazón dio un latido tan fuerte y rotundo que resonaba en sus oídos. Sus ojos se llenaron de luz y en su interior danzaban unas traviesas y elegantes mariposas que al parecer se sentían tan felices como él.
Todo esto solo podía provocarlo una persona, alguien que lo estaba observando furtivamente, que parecía sonreír al verlo y que vestía un uniforme de instituto.
Era él, al fin.
El curioso chico de instituto que sonríe siempre.
Y lo observaba. Estaba siendo observado por aquel a quien siempre observaba en aquella biblioteca. Un chiste muy divertido. Una maravillosa paradoja.

Le gustaba sentirse observado por aquel chico, así que se relajó y aparentó no darse cuenta. Después de todo él hacía lo mismo todo el tiempo.
Pasaron unos cuantos minutos más, que para Kei fueron segundos, y el autobús llegó. Deseó que fuesen horas.
Subió detrás de aquel chico, lo vio tomar asiento tranquilamente y cerrar los ojos mientras volvía a sonreír. ¿Es que acaso ese chico sonreía todo el tiempo?
Esa pregunta lo llevó a desear saber la razón por la cual ese chico siempre sonreía justo en ese momento y también deseo ser la razón.
Tomó asiento cerca de la puerta de descenso y observó como aquel chico, después de haber abierto los ojos, miraba por la ventana y se perdía en sus pensamientos.
También deseó estar en sus pensamientos.
Faltaban dos estaciones para llegar a su destino, no tenía idea de donde bajaría aquel chico, por ahora aquel curioso encuentro era más que suficiente.
Justo comenzaba a sentirse afortunado cuando, una parada antes de la suya, aquel chico se preparaba para descender. Aquello si que era suerte. Ya sabía que no podían vivir tan lejos uno del otro y eso lo hizo sentir aún más afortunado.
Mientras pensaba aquello, sus ojos miraban fijamente a aquel chico, no esperaba ser notado y seguir en su puesto de observador anónimo. Pero eso no sucedió.
Inesperadamente aquel chico se giró y sus miradas se cruzaron.
Al fin.
De inmediato Kei fue capturado por esos ojos, quedó maravillado y deseó que el contacto jamás se perdiera. Al fin el lazo estaba creado.
Cada segundo que se miraban fijamente, Kei deseó no ser olvidado. Deseó permanecer en la memoria de aquel chico, de transmitirle que él lo veía porque le interesaba de verdad, que lo conocía, que lo observaba siempre que podía y que incluso aparecía en sus más profundos sueños.

Mírame.
Te conozco.
Te observo.
Te sueño.
Estas grabado en mi alma.
Quiero grabarme en la tuya.

De pronto la quejosa voz del conductor rompió la magia. Ese estúpido conductor que no tenía idea de nada había interrumpido el maravilloso instante y aquel chico se vio obligado a descender rápidamente del autobús.
Pero aún así, Kei estaba satisfecho, después de todo había sido realmente afortunado  al poder establecer ese pequeño contacto visual con aquel chico.
Y como si quisiera hacerlo sentir aún más afortunado, aquel chico hizo que súbitamente su corazón se detuviera, que sus pulmones dejaran de funcionar y que todo a su alrededor desapareciera, convirtiéndolo en un sueño que jamás imaginó vivir.
Le sonrió.
Solo a él.
Una sonrisa dirigida solamente a Kei.

Es increíble lo mucho que el mundo puede cambiar con una sonrisa. Si llegas a un establecimiento comercial lleno de gente y decides sonreírle a la persona que se encarga de cobrar, tal vez esta persona te atienda de mejor forma y tal vez le des unos segundos para relajar su tenso rostro.
Si le sonríes a algún desconocido tal vez piense que no estas bien de la cabeza o que eres una persona extraña, pero al menos eso lo hará pensar en otra cosa y eso ya es un pequeño cambio.
Si le sonríes a un amigo, éste asumirá que estas teniendo un buen día, querrá saber la razón de tu aparente felicidad y solo eso ya habrá cambiado el rumbo de su rutina.
Pero que te sonría alguien a quien solo has observado furtivamente, de quien te has imaginado un montón de veces como será su vida, sus pensamientos, lo que le gusta y lo que no… Aquello era suficiente para cambiar el mundo entero para Inoo Kei.
Esa tierna y amable sonrisa permaneció en su cabeza toda la noche, causándole un extraño cosquilleo en el estomago.

Después de haber medio dormido, escuchó la alarma sonar, las horas habían pasado tan rápidamente que ni siquiera notó que la mayor parte de la noche se la pasó pensando en aquella hermosa sonrisa.
Al entrar al baño se miró fijamente en el espejo y notó la estúpida sonrisa bobalicona que aún estaba dibujada en su rostro. Pero no le importó. Al fin, después de mucho tiempo se sentía feliz, como en un sueño, y nada en el mundo iba a destruir aquello.
Lavó su cara con agua fría, después sus dientes y desayunó lo primero que pudo encontrar en la cocina, ósea, solo pan y leche.
En el camino hacia la universidad no podía dejar de pensar en lo sucedido el día anterior, para él seguía pareciendo un sueño, un sueño bastante hermoso.
Sin darse cuenta, caminaba por el campus con la misma sonrisa y aquel peculiar brillo en la mirada, era un estado de felicidad inusual y del cual no deseaba salir, nunca.
            -¡Inoo! ¡Mas te vale prestar atención por donde caminas o causarás un accidente!- Le dijo uno de sus compañeros en todo de broma, nadie solía bromear así con él, pero al parecer su evidente sonrisa les daba la confianza de dirigirle la palabra y más en ese tono.
No respondió, tan solo sonrió y continuo con su camino, directo al salón de clases para la primera lección del día. Estaba consiente de que debía recuperar la cordura, de volver a la realidad y prestar atención a lo que le rodeaba. Pero era casi imposible, se sentía demasiado feliz como para sentir interés en algo más.
Después de tres clases en las que apenas se había enterado de que trataron, se topó con su profesor de piano en uno de los pasillos.
            -Espero y estés listo para la lección de esta tarde-
            -Ah… si, muy preparado estoy, señor- Respondió con un tono de total distracción que eso solo provocó que su profesor se preocupara al respecto.
            -Te veré en el salón de practicas, más te vale no olvidarlo- Y sin más, el profesor continuó con su camino, dejando a Inoo en el mismo estado de ensoñación. Pero después recapacitó el significado de aquello. ¡Oh no! ¿Cómo podía tener clases extra después de lo que había vivido la tarde anterior?
Aquello complicaba un poco las cosas, el tenía planeado ir a la biblioteca aquella tarde y encontrarse “por casualidad” con aquel joven de instituto. Una feliz coincidencia que le daría tiempo de acercarse más a él, de saber más de él. Era lo único que deseaba.
Pero no, ahí estaba su profesor, preocupándose por el tiempo que practicaba o no y deseoso de arruinar sus fantasías. Bien, ya todo parecía ir perfecto aquel día, seguramente ya había recibido su dosis de felicidad que lo cubría por un año, no podía desear más.
Si, Inoo Kei tendía a ser fatalista y melodramático cuando las cosas no fluían a su gusto. Tuvo que ocuparse en otras cosas para despejar su mente de aquellos pensamientos absurdos. Y así lo hizo.

Largas horas de clase en las que solo pudo lamentarse internamente de no poder faltar a aquella practica extra. Debía admitir que era afortunado por tener a un profesor tan dedicado y preocupado por su éxito. Pero en esos momento deseó que no fuera así, además, él era bueno y no necesitaba ayuda extra.
Aún así sus rabietas internas no sirvieron de nada, tenía que cumplir con aquella clase y no tenía el valor suficiente para decir que no.
A las siete en punto ya estaba frente al piano, con su profesor junto a él, dándole instrucciones sobre el tiempo y demás cosas que no lograba procesar correctamente.
Respiró profundamente, cerró los ojos y pensó en aquel chico, en su sonrisa, en la forma en la que se relajaba y disfrutaba cada que escuchaba la música de otros estudiantes. Y entonces deseó que al menos por esa ocasión aquel chico siguiera en la biblioteca y lo escuchara. Quería que su melodía fuera especial para aquel chico.
Con toda esa energía y deseo dejó que sus dedos danzaran libres sobre las teclas, siguiendo el ritmo preciso, tocando cada nota a la perfección, imprimiendo en cada sonido ese deseo, el deseo de ser escuchado por aquel chico de instituto.
Al terminar de tocar se sintió extrañamente agotado, al parecer se había esforzado más que nunca y eso solo lo hizo sentir mejor.
Hubo un extraño silencio por unos instantes y después su profesor comenzó a aplaudir mientras su expresión solo mostraba absoluto asombro y algo más que Kei no supo descifrar y que tampoco se interesó en preguntar.
            -¡Excelente Inoo! Eso ha sido perfecto. ¡Más que perfecto!-
Kei parpadeo un poco perplejo, se limpió el sudor de la frente con la manga de su suéter y respiró profundo. No estaba seguro de que le había ocurrido pero le gustaba esa sensación. Al fin había logrado sincronizar con el piano más allá de las notas, había logrado liberar sus sentimientos mientras tocaba y aquello le produjo una tremenda felicidad.
            -Debes asegurarte de tocar así en el concurso. De todas formas seguiremos practicando. Hazlo una vez más-
Y tras escuchar las indicaciones de su profesor, volvió a tocar la melodía. Con el mismo sentimiento, la misma intensidad y volvió a sentirse de maravilla. Aquello era lo que había necesitado desde que comenzó a tocar el piano. Tenía que admitir que todo era gracias a aquel chico de instituto. Ahora, con más razón, debía conocerlo, hablarle, formar parte de su vida e invitarlo a la suya. Lo necesitaba.

A las ocho en punto terminó su lección extra y salió del salón con paso relajado. Recorrió los pasillos hasta salir del edificio y con ese mismo ritmo salió del campus. Estaba feliz, relajado y también algo agotado. Por primera vez se sentía realmente agotado después de una práctica, pero también se sentía verdaderamente satisfecho y orgulloso.
Tal vez ya no podría ver a aquel chico debido a su lección extra, pero siempre había un mañana y con toda seguridad lo buscaría y haría todo lo posible por acercarse más a él.
Sin embargo no tenía que esperar al día siguiente, una vez más la suerte estaba de su lado. Justo caminaba cerca de aquella biblioteca cuando notó que alguien iba delante de él, primero dudó un poco, aceleró un poco el paso para estar más cerca, pero sin ser notado, y pudo distinguir aquel uniforme de instituto que tan bien conocía. Era increíble, ¡Era él!
Si no hubiese tenido tanto autocontrol, con toda seguridad estaría saltando de felicidad por toda la acera. Pero como aquello no era su estilo, prefirió hacer algo diferente. Clavó su mirada en aquel chico, deseando ser notado, después cambió su forma de pisar el suelo. Más fuerte, más seguro. Pedía ser notado, deseaba que aquel chico lo viera de nuevo, que notara que una vez más se habían encontrado.
Al mirarlo no pudo evitar el sentirse afortunado, la razón de que se hubiera esforzado tanto en su lección de piano caminaba a unos cuantos metros de distancia. Deseaba ser notado, que se girara o se detuviera para que así pudiera alcanzarlo.
Y sucedió lo primero.
Aquel chico se giró un poco y esa mirada llena de sorpresa le indico que lo había reconocido. ¡Aquel chico lo recordaba!
Eso bastó para hacerlo sentir más que afortunado. Saber que aquel chico lo recordaba, que había logrado permanecer en sus pensamientos así como él había permanecido en los suyos lo hizo sonreír y deseó llegar pronto a la parada del autobús.
Pero todo debía transcurrir despacio, a su ritmo, no tenía la intención de acelerar las cosas, así que continuo caminando firmemente detrás de él, después de todo ambos se dirigían al mismo lugar, no había razón para correr desesperadamente. Aún no.

Cuando llegó a la parada del autobús, notó que el chico se detuvo justo frente al tablero de los horarios. Bien, ese le parecía un buen lugar. Sonrío de nuevo y se colocó a su lado, a la espera de ser notado una vez más. Esta vez estaba decidido a hacerse notar, así que no le quitó la mirada de encima, observaba sus movimientos y notó como los nervioso ojos de aquel chico lo buscaban con cierto nerviosismo.
Notar aquel gesto hizo que su corazón latiera como las alas de una mariposa rebosante de felicidad. Pensar que tal vez ponía nervioso a aquel chico lo hacía sentir satisfecho, eso quería decir que aquel chico desconocía por completo lo que él le hacia sentir.
Minutos más tarde llegó el autobús, primero subió otra persona, ni siquiera le importaba quien fuera, solo tenía un objetivo y ahora estaba justo frente a él, subiendo tranquilamente al autobús.
Cuando Kei subió y pasó su tarjeta de cobro por el sensor, observó rápidamente hacia donde se dirigía aquel chico, como tomaba asiento tranquilamente y abrazaba con fuerza su mochila mientras cerraba los ojos. Ahora sabía, con toda seguridad, que el chico estaba nervioso. Eso lo hizo sonreír aún más y a pesar de que había lugares disponibles optó por quedarse de pie, a su lado, como un guardián. Esperando a ser notado.
Transcurrieron unos cuantos minutos, el chico miró primero por la ventana, como si intentara reflexionar o tal vez acomodar sus ideas, mientras tanto Kei lo miró fijamente, repasando con la mirada una y otra vez la perfección de su infantil rostro. Sus pequeños ojos, su nariz, sus labios. Podía estarlo mirando eternamente, pero quería que aquel chico también lo viera, así que solo esperó.
Por primera vez en su vida, no le importó ir de pie, al contrario, lo disfrutaba. De pronto, aquel chico, que miraba fijamente por la ventana, notó su presencia. Sus miradas se cruzaron a través de la ventana y, tras la evidente sorpresa del menor, decidió girarse un poco para verlo de frente. Y ahí estaba esa mirada, sorprendida y que demostraba completo nerviosismo. Kei quería decir algo, pero no lograba ordenar las palabras que giraban en su cabeza y tan solo se deslizaban entre su garganta y su lengua sin lograr salir. Y al parecer el chico era el más valiente de los dos, esta vez.
            -Nos vemos de nuevo-
            Para Kei fue evidente que el chico se esforzaba por sonar lo más natural posible, lo cual lo hizo sonreír. Estaba feliz. Al fin tenía la oportunidad de charlar con él y no iba a quedarse callado, así que respiró profundo y respondió con el mismo tono de naturalidad.
            -Así es-
            Dicho esto, Kei notó como aquel chico lo observaba con más detenimiento y después de unos segundos observó como se ruborizaba ligeramente.
¿Por qué se sonrojaba?
Bueno, eso no importaba, después de todo tenía que admitir que así solo lograba verse aún más adorable. Más hermoso.
            -De nuevo te encuentro en la misma parada de autobús- Le dijo con una sonrisa, esperando con ansias continuar con la platica. Esperaba poder seguir viéndolo así, sonrojado, sonriente.
            -Es curioso, ¿no?- Preguntó aquel chico. Para Kei aquello no era curioso, era fantástico. Un maravilloso y preciado regalo del destino. Ninguna casualidad o coincidencia, simplemente algo inevitable.
            -Yo no creo que sea curioso- Le respondió con total sinceridad. Deseaba hacerle saber en ese mismo instante que para él era algo maravilloso poder hablar frente a frente al fin, después de solo estar observándolo, guardando su distancia. Ahora, para Kei, en aquel autobús solo se encontraban los dos, en su pequeño universo, alejado del resto del mundo, creando al fin un mundo aparte. Necesitaba mantenerlo así. Lo deseaba.
            -¿Por qué no?- Preguntó el chico con esa mirada llena de incredulidad y algo más. Había un brillo especial en su mirada. ¿Ilusión tal vez?
            -Bueno, solo tenía que pasar-
            Kei estaba cerca de confesarle todo. Decirle de una vez que ya lo conocía, que ya lo había visto, que lo observaba, que lo soñaba. Por eso para él era inevitable, algo que tenía que pasar, porque el jamás descansaría hasta que aquel momento llegara, de una u otra forma iba a terminar por buscarlo. Porque no se iba a conformar con soñarlo para siempre, no a él.
            -Pues, que bueno que pasó-
            Aquel chico le sonrió y el mundo de Kei dio un giro radical. ¿Cuántas veces iba a cambiar su mundo tan abruptamente? Además, con aquellas palabras dejaba bien en claro que para él su encuentro también significaba algo. Al fin estaba conciente de que no navegaría sin rumbo. A él también lo hacía feliz volverlo a ver y eso para Kei significó mucho.
            No quería terminar jamás con ese momento, pero al notar que aquel chico tenía la intensión de ponerse de pie, fue cuando se dio cuenta de que estaban por llegar al final, la siguiente parada era la de él. No quería, pero debía dejarlo ir, al menos por esta vez. Así que se limitó a hacerse a un lado, lo dejó pasar y lo observó presionar el botón de parada.
            Cuando el autobús llegó a la parada, el chico descendió y Kei no pudo hacer más que observarlo fijamente. Y justo antes de que las puertas se cerraran aquel chico dio media vuelta y sus miradas volvieron a cruzarse y ahí se clavaron. Los segundos parecían eternos y ojalá así hubiese sido. Kei quería estar más tiempo a su lado, pero sus pies no podían moverse de su lugar. Entonces, un instante antes de que se cerraran las puertas, una vez más, aquel chico le sonrió.
            Era increíble como su corazón podía agitarse, como su estomago podía convertirse en millones de felices mariposas y como sus piernas podían convertirse en gelatina con tan solo verlo sonreír. Una vez más una preciada sonrisa dirigida solo para él.
            Y así, las puertas se cerraron y el autobús emprendió la marcha que debía seguir. Pero a Kei eso no le importó. Se sentía tan feliz que ni siquiera se esforzó en ocultar la sonrisa que iluminaba su rostro.
            Quería verlo de nuevo, una y otra vez, día tras día. Esto solo podía ser el inicio, el primer paso. Estaba seguro que la próxima vez que lo encontrara sería en la biblioteca y al fin, en aquel lugar, iniciarían algo que no terminaría tan rápido.
            No había tiempo para hacer planes, el destino ya estaba avanzando, las paginas ya estaban siendo escritas y a ellos simplemente les tocaba continuar.

            Al llegar a casa, Kei botó sus cosas en el primer mueble que se cruzó en su caminó, seguramente en el sillón, se dirigió a su habitación y se tumbó en la cama. Miró fijamente al techo y aún sentía la misa enorme sonrisa cruzar su rostro. Ni siquiera le dolían las mejillas de tanto sonreír, en esos momentos era inmune a cualquier sensación a excepción de lo que sentía en su pecho y en su estomago.
            Imaginó que así debe sentirse el enamoramiento, pero no le interesaba profundizar demasiado. Simplemente quería disfrutarlo, navegar en su nube de felicidad, sin necesidad de bajar por ningún motivo.
            Mañana, mañana, mañana. Si, con toda seguridad al día siguiente lo vería, hablaría con él y algo florecería entre los dos. Estaba ansioso. Con total seguridad no podría dormir esa noche, sus pensamientos estarían inundados de esa sonrisa, esa mirada y esa voz. Todo por ese curioso chico de instituto que sonríe siempre.
            Al fin.

Continuara…



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¡Tarde pero seguro!
Espero y hayan disfrutado de esta segunda parte. Como dije, no prometo no tardar (ya que ando con otras cosas también xD) pero me esfuerzo mucho por escribir un poquitín aunque sea al día.
Me siento muy inspirada con esta pequeña historia así que en verdad espero que la estén disfrutando así como yo disfruto escribiéndola.
Quiero agradecerles, como siempre, los bonitos comentarios que me dejan. Son super lindos y no tienen idea de lo feliz que me hacen. Son ustedes quienes me motivan más y más para continuar y me da mucho gusto saber que todavía hay quienes se pasan por aquí a leer lo que hago.
Ya saben que si algún día quieren escribirme tienen mi correo en la columna del lado derecho, me daría muchísimo gusto leer algún correo de ustedes que responderé con el mismo gusto.
Ando algo embrollada con otra cosita, que espero pronto tener el valor de compartirlo con ustedes, aunque algunas personas ya me han descubierto xD
Y bueno, quiero aprovechar, ya para terminar, que también ando escribiendo otra cosa que no es un fic. ¡Así es! Estoy en el intento de escribir una novela. Solo llevo unos pocos capítulos, nada significativo, pero bueno, sentí la necesidad de compartirlo con ustedes. Por ahora es algo que no aspiro a publicar por ningún lado, ya que no sé que haré en un futuro, pero creo que si algún día (quizá cuando la termine) siento que es algo pasable, como siempre, lo compartiré con ustedes. Y en verdad espero que se interesen en leerlo, aunque no sea un fic y no aparezca ningún JUMP.
Por ahora me despido, de nuevo muchas gracias por leer y por dejarme todo su amor y apoyo en los comentarios.
Nos leemos en la siguiente actualización~ ^O^